Retorno al Origen
Fernando Gálvez de Aguinaga | 2018
Las obras de Julieta Barrios irrumpen en el metal con una carga de nostalgia, fantasías, líneas convertidas en sentimientos, transferencias fotográficas qué ella misma toma y elige para subrayar las emociones que le embargan y decirnos asuntos sobre los mecanismos de la memoria desdoblando una calle y sus arquitecturas en el aguafuerte. Artista de una intuición deslumbrante, tiene la capacidad de convertir los escenarios urbanos en metáforas de los sentires más íntimos, pero la vida del ser sensible es así como los grabados de esta creadora, cuando un desamor nos invade, la geografía o la urbe se nos muestran muy distintos que si tenemos la euforia de una relación que nace. El mundo de Julieta, como pasaba en las novelas y poesías del Romanticismo, se ve apoderado de los sentimientos, no es un mero reflejo del espacio físico, es un territorio impregnado de sentires profundos y personales.
Pero también están todas esas piezas que bordean con lo fantástico, ya no son los colores y las líneas únicamente las que señalan las pasiones de la artista, ahora los recuerdos como el jardín de su abuela están llenos de los imaginarios de la infancia, la niña que fue Julieta vivió entre esos seres fantásticos entre los aromas de la cocina, los juegos en el jardín y las historias contadas por los parientes mayores, lo que parecen seres fantásticos hoy fueron vividos por la niña. Resueltos con virtuosismo que la sitúan como una de las grandes grabadoras de nuestro tiempo, con esta exposición Julieta inicia una itinerancia de su trabajo que seguramente va a colocar su nombre donde le corresponde en el escenario gráfico nacional. Sus dos líneas centrales de trabajo, la muestran como una inteligencia creativa que ha asimilado plenamente las lecciones del arte contemporáneo pero que sabe desarrollarse también con fuerza expresiva, maestría técnica e imaginación desbordante dentro de los campos del grabado clásico.